Una hoja soñadora
de un castaño se marchó
y en su viaje de caída
su deseo se cumplió.
La brisa fue su aliada
y a un arroyo la llevó
y la hojita, a carcajadas,
con el agua se encontró.
El musgo quedó asombrado
y una nutria se apartó,
y la hojita, con buen gesto,
un ojito les guiñó.
Pero el agua del arroyo
en silencio se apuró
y empujó corriente abajo
y a la hojita se llevó.
Desde oscuras madrigueras,
desde el nido de un ratón,
se agitaban los pañuelos
y gritaban un adiós.
Empujado por el agua
un helecho se inclinó,
con dulzura y suave gesto
a la hojita acarició.
Y hasta un tieso y noble junco
con chistera y un bastón
se agitaba desde lejos
y un poema le cantó.
La hojita se sintió libre,
sólo el agua la empujó,
su rama estaba muy lejos,
su bosque en sueño quedó.
Y un mar con espuma blanca
cuando llegó la abrazó.
Le cantó con agua salada
y entre las olas durmió.
La mar se quedó muy quieta,
con corales la arropó
y con un cuento de algas
dulcemente la arrulló.
Allí terminó su viaje
y sus deseos cumplió
y sobre un lecho de arena
con las sirenas soñó.